El tiempo del amor dejó a su paso
jazmines con sus pétalos sin vida
al borde de la nada y su guarida,
oscuro testimonio del fracaso.
La tibia servidumbre del ocaso,
con su afán encendido entre la herida,
se quebró en la presencia interrumpida
cuando ya rebosaban copa y vaso.
El sabor enredado en la memoria,
en amargo silencio se transforma
sin poder encontrar susurros leves.
Rodando, sin rodar, por esta noria
desenredo la sed que se deforma
en las cimas de todos sus relieves.