Dos
amantes se miran en las aguas del lago,
deseosos por ser reverbero en la tarde,
cuando fluye el calor del más íntimo halago
y las odas se escriben sin acento cobarde.
De manantial nació su corriente opalina,
muy cerca de silvestres reclamos florecidos,
para luego llegar a la extensión divina
donde toda belleza se deshace entre nidos.
Así pasa el encanto con rapidez de flecha:
se evaporan uniones en su edén imperfecto
porque avanza el declive, desazón de una fecha,
sin tener caridad por lo que fue selecto.
Vendrán nuevos amantes a fundir su tesoro,
mientras liben sus días los fulgores del oro.
deseosos por ser reverbero en la tarde,
cuando fluye el calor del más íntimo halago
y las odas se escriben sin acento cobarde.
De manantial nació su corriente opalina,
muy cerca de silvestres reclamos florecidos,
para luego llegar a la extensión divina
donde toda belleza se deshace entre nidos.
Así pasa el encanto con rapidez de flecha:
se evaporan uniones en su edén imperfecto
porque avanza el declive, desazón de una fecha,
sin tener caridad por lo que fue selecto.
Vendrán nuevos amantes a fundir su tesoro,
mientras liben sus días los fulgores del oro.
Pilar Carmona.