Debajo
de su piel de rosa pura
una
hoguera se apaga en lo que añora,
destello confiscado por la aurora
más
lenta y desgarradamente oscura.
Su
camino perdió cabalgadura
por
no estar despertando en lo que aflora,
hechizo de una voz que se evapora
sin
risa, sin amor, sin apertura.
Ahora el viento se enreda en sus desvelos
despeinando
tristezas consagradas
a
no ver más allá de lo perdido.
Y
decide vivir rompiendo velos,
dejando
que el temor muera en calladas
esfinges
sin valor y sin sentido.