ADIÓS
Su
adiós en mi garganta
es
brusco marchitar de piel silente
cayendo en la vertiente
con
una laxitud que se agiganta.
Murió
la fértil planta
entre el humo del fuego evanescente
unido
al continente
que
llora desencantos cuando canta.
Me
persigue la roca
sin
tener vocación de pedernal
ni
de yermo paisaje.
Cuando
el sueño me toca
se
deshacen mis cuerdas de su mal
y
soy del oleaje.
Un adiós precioso reflejado en este soneto de bellísimos versos polimétricos, que dejan constancia, una vez más, de cómo el dolor es capaz de hacer florecer belleza en estado puro. En este caso, belleza poética.
ResponderEliminarPlacer leerte, releerte y aprender. Abrazos calurosos.
Un honor recibir de ti, enorme poeta, tan hermoso comentario.
ResponderEliminarUn abrazo grande con mi cariño y admiración, querida Candela.
Pilar