Se
cerca, lentamente, lo vivido
con
arrullos envueltos en canela
y
lágrimas que apagan una vela
y
acunan los jirones de aquel nido.
Es
dulce recordar en el olvido
y
triste no beber su blanca estela,
tan
lejos de mi ser que me desvela
al
no llegar el tacto a mi quejido.
Si
la vida regara con ternura
cada
paso en nosotros, cada voz
ya
rota por desgaste sin retorno,
quedaría
la miel sin amargura,
un
requiebro de luz sano y precoz
para
no sucumbir a su soborno.
Mi admirada y querida Pilar, si la vida regara con ternura a quienes se lo merecen, tú serías la primera en estar vestida de esa dulce capa pero, para tu conocimiento, lo estás tanto si la vida te riega como si no, ya que la ternura y la sensibilidad quedan bien patentes en tu enorme humanidad y en la magnificencia de este poema, fiel reflejo de tu maestría poética.
ResponderEliminarAbrazos apretados.
Qué generosa eres, mi querida Candela. Sólo puedo agradecerte todo lo bonito que me dices y recibirlo, no sin rubor, con el cariño que te profeso.
ResponderEliminarUn millón de gracias, amiga y gran poeta.
Pilar